COVID: Elogio a la Moderación (español)

Catalina Orlandi

BUENOS AIRES, ARGENTINA—La palabra moderación como tal, proviene del latín moderatio, y hace referencia a una forma de actuar con mesura. En la política, la moderación es una forma de obrar que procura ser equilibrada y ecuánime, que se ubica en el centro, sin caer en extremismos.

El 20 de marzo, el presidente Alberto Fernández, ordenó un aislamiento social, preventivo y obligatorio para todo el país, con la intención de impedir la propagación del Covid-19 y de preparar el sistema de salud para un posible brote. Inicialmente el decreto preveía que la cuarentena durará quince días, pero a medida que el plazo dispuesto finaliza, se agregan quince días adicionales. Esta singular manera de administrar el confinamiento sigue vigente hasta el día de hoy, y genera un alto nivel de incertidumbre en la población, que cada vez que estima un final, debe adaptarse a la prolongación de dos semanas más.

Al igual que en el resto del mundo, esta decisión provocó que se suspendieran las clases presenciales, tanto en escuelas como en universidades. Produjo un cierre de comercios, restaurantes, cines, teatros y museos. El trabajo de oficina se trasladó al hogar. Las salidas recreativas, como caminatas y deportes, estaban prohibidas. Para circular con cualquier otro fin que no fuese el de comprar alimentos o artículos de primera necesidad, era necesario obtener un permiso. A medida que los meses pasaban, las consecuencias de todas estas medidas comenzaron a ser más evidentes. La sociedad comenzó a enojarse. Estaban exhaustos y buscaban volver a trabajar. Como consecuencia, se realizaron en el país tres multitudinarias protestas que solicitaban, entre otras cosas, la flexibilización de la cuarentena.

Incluso antes del impacto del coronavirus, la Argentina ya contaba con un mal pronóstico económico para el 2020. Sin embargo, la decisión del Gobierno de frenar la economía provocó un inmenso deterioro. Actualmente la Argentina atraviesa una recesión económica peor que la del 2001, que ha sido la más grave registrada hasta el momento. Según la información provista por el Fondo Monetario Internacional, se proyecta una caída del PBI de 5.7 y del desempleo del 10.9. Además, las nuevas proyecciones de Unicef alertan que, en diciembre de este año, el porcentaje de niños y niñas pobres alcanzaría el 62.9%.

No obstante, el daño económico no es la única consecuencia que ha tenido el aislamiento en el país. El impacto psicológico de más de seis meses continuos de encierro ha sido muy grande. Una gran parte de la sociedad presenta síntomas de estrés, ansiedad o depresión. Como adolescente, presencié en amigos, conocidos, e incluso en mi misma, una gran desmotivación y cansancio. Sin embargo, no somos solamente los jóvenes quienes padecemos el aislamiento y la falta de contacto humano. Las personas de edad mayor, aquellas que se ven más obligadas a resguardarse, están transitando lo mismo. El 

bienestar psíquico, la salud mental, son aspectos igual de importantes que la salud física. Indudablemente deberían ser considerados y recibir la atención que ameritan.

A la hora de enfrentar una crisis o tomar una decisión es fundamental encontrar un equilibrio. El brote de Covid-19 impacto en el mundo de manera inesperada. No cabe ninguna duda de que es una situación difícil, y que cada país está intentando solucionarlo de la mejor manera posible. Desde luego resultaría incorrecto subestimar al virus y actuar como si no representara ningún riesgo para muchos sectores de la población, pero también lo sería sacrificar la economía de un país entero, o desgastar por completo a una sociedad, porque eso implica un riesgo igual.

¿Cómo considero yo que se podría haber encarado la situación de un modo más moderado? En principio, en vez de asustar a la población y comunicar transmitiendo miedo, se debía concientizar y educar sobre el riesgo del virus, y de esta manera apelar a la responsabilidad. Ordenar, sí, un aislamiento para la población en riesgo, pero permitirle a la gente joven trabajar, bajo protocolos de seguridad, para impulsar la economía. Así como resulta razonable la suspensión de actividades no esenciales, como fiestas y recitales, considero que no permitirle a la gente salir a caminar fue una medida exagerada. Algo similar sucede con la educación. La suspensión de las clases presenciales en marzo fue comprensible, sin embargo resulta desalentador que más de seis meses después, no exista ningún plan concreto para la vuelta.

Mi opinión podrá resultar utópica o idealista. No obstante sigo sosteniendo lo que en mi casa me enseñan cada día: la importancia de la moderación. Incluso aunque resulte algo más sencillo de decir que de poner en práctica, creo que de eso se debería tratar gobernar. De la mesura.

En el caso de esta pandemia, no se trataba de elegir entre economía y salud, ni mucho menos de destruir una a costa de otra. Alcanzaba con encontrar un punto de equilibrio que permitiera proteger ambas. 

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